25 de noviembre de 2011

DEL USO Y ABUSO DE CONCEPTOS

Hoy en día, la opinión pública [la menos pública de las opiniones, por cierto] trata de buscar un origen lógico al estado caótico en el que se encuentra nuestra sociedad. Los primeros en ser señalados como culpables serán, como no podía ser menos, los políticos; algunos otros, más conservadores (u observadores) atribuirán la responsabilidad al pueblo; y no faltará quien opine que no han de buscarse infractores sino soluciones.


No obstante, existe otra cuestión que suele ser pasada por alto (con la excusa de que su repercusión es únicamente a nivel teórico), pero que, si se contempla desde un punto de vista crítico, dará como resultado la sorpresa del individuo: gran parte del germen y conclusión de muchos conflictos actuales se encuentra en el mal uso o confusión de los conceptos. Veamos por qué.
En primer lugar, hay en la actualidad una tendencia a no llamar a las cosas por su nombre. Especialmente cuando el objeto del tema es peliagudo o simplemente pertenece a los "tabús posmodernos", que son los que puedan contener connotaciones racistas, xenófobas u homófobas. Algo que, personalmente, considero que debería haberse superado hace ya mucho tiempo; más que nada, porque si nos ponemos a pensar, por mucho que se niegue, en el presente siglo persiste en general una actitud burguesa y conservadora ante los demás. En pocas palabras, mientras un problema de índole mundial o al menos conocido por gran parte de la población (hambre, epidemias, pobreza...) no nos afecte a los felices habitantes del Primer Mundo, es como si no existiesen. Los ignoramos y ya está, somos felices en nuestra burbuja de abundancia. En el mejor de los casos, haremos algún donativo [a modo de limosna] a cualquier organización que [diga] se comprometa a aliviar las penas de los habitantes del Tercer Mundo; donativo módico que, hecho una vez al año (como mucho), tranquiliza y acalla conciencias. Lo cual tampoco es del todo reprochable, puesto que utilizamos esa "indiferencia feliz" para no perder la cordura ante las terribles condiciones en las que habitan nuestros congéneres. Pero esa es otra historia de la que hablaremos en su debido momento.






En el coche. Roy Lichtenstein, 1963


Otra cuestión observable en todo esto es que esta tendencia a suavizar los tabús es relativamente reciente; solemos pensar que la sociedad actual es, aparte de la mejor de cuantas han existido, la más permisiva y liberal respecto a asuntos "pantanosos"; pero esto tampoco es así, ni mucho menos.
Siempre he sido de la opinión de que una de las mejores maneras para entender un proceso (de reciente evolución) es recurrir al cine y la televisión. No porque esté en contra de la literatura, sino porque verdaderamente es en los medios de comunicación donde se manifiestan con más fuerza los cambios de mentalidad. Entrando en materia, quizá el ejemplo más claro de todo esto se encuentre en las series televisivas. Si examinamos con atención las de finales del siglo XX (1980 - 2000), nos daremos cuenta que en numerosas ocasiones se tratan temas escabrosos o simplemente "mal vistos", sobre los cuales incluso se hacen bromas y chistes de humor negro. No obstante, desde hace relativamente pocos años, esto se ha invertido y hoy día numerosos programas tan sólo pasan por encima de los temas problemáticos o directamente los evitan (naturalmente hay excepciones). Las dosis más edulcoradas de mojigatería y moral bienpensante las encontramos en la programación juvenil, donde en ocasiones los niveles son tan altos que resultan insoportables. Me remito a una famosa cadena de televisión musical (ya saben a cuál me refiero) que, en su parrilla, alcanza la cumbre de la desfachatez en un espacio en el que numerosas jovencitas (con la cabeza algo vacía, pues así hay que tenerla para participar en este concurso) que compiten entre histéricos alaridos y pisotones de tacón por averiguar quién es la mejor amiga de P.H. (he preferido no dar nombres porque, tal y como están las cosas, no me extrañaría que alguien "de arriba" no tenga nada mejor que hacer que reclamar derechos de autor). Saquen sus propias conclusiones.




¿Qué, estás celosa? Paul Gauguin, 1892


Por último, el caso del cine es quizá el más lamentable. No comparto la opinión que tienen algunos sobre que "las películas de ahora son una porquería"; pero la verdad es que gran parte de los celuloides actuales deberían ir directamente a la incineradora municipal. No sólo porque el argumento del filme no resulta atrayente, sino por las legiones de "fans desquiciad@s" que llenan las salas. Quizá dichas películas no son tan "malas", incluso podrían resultar agradables para pasar el rato; pero las muestras de fanatismo exacerbado de los fans mencionados anteriormente quitan las ganas de echarle un vistazo.




Me despido de ustedes con la esperanza de que reflexionen acerca de todo esto y contrasten con su punto de vista aquellas cuestiones con las que no están de acuerdo.


¡Hasta la próxima entrada! ¡No olviden dejar su comentario!

2 comentarios:

  1. Hola, Márquez!, muy interesante tu blogs y los temas que tratas. felicitaciones.

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    1. Gracias Santiago, tus blogs también me producen curiosidad, sobre todo porque tratan aspectos relacionados con la arqueología y el senderismo, dos de mis pasiones. Ahora tengo poco tiempo para escribir más entradas, pero en verano me pondré al día.
      Salu2

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